Encomio de Alberto Ruy Sánchez
Una grata sorpresa de la Feria Internacional del Libro, en La Paz, fue la posibilidad de escuchar y platicar con Alberto Ruy Sánchez, director general de la legendaria revista "Artes de México", novelista, ensayista, poeta, editor, Premio Internacional de Novela Alfaguara, Premio Xavier Villaurrutia, autor de decenas de libros, cien veces galardonado, pero, sobre todo, un auténtico hombre del Renacimiento en nuestros días.
Ruy Sánchez habló de la revista Artes de México, como una plaza pública, donde es posible pasear, conversar, tomar un café, hacer nada, en suma, que quizá sea la forma más humana de transcurrir por la vida moderna, tan llena de agitaciones y falsos afanes. Habló de su obra y de la secreta influencia que la anima: la repetición de mantras múltiplos de nueve. Habló sobre la influencia de la cultura árabe en la alfarería, la arquitectura y los textiles mexicanos, que fue un compendio de sugestiones valiosas para entender también los orígenes de nuestros textiles, nuestra alfarería y nuestra arquitectura.
Ruy Sánchez vivió en Marruecos y en Mogador; visitó el mercado de Tánger y dice que quedó pasmado de ver allí un auténtico mercado mexicano. La identidad estaba en la alfarería, que tenía una técnica y motivos similares a los de la conocida alfarería de Talavera de la Reina, de Puebla, México. En otros mercados árabes vio piezas parecidas a las de la alfarería de Tonalá, de Guadalajara, la capital tapatía, e incluso de lugares remotos del estado de Chihuahua. En esas ciudades árabes comprobó que los tejados artesonados y las grandes cubiertas de muchas iglesias mexicanas del Virreinato tienen la misma influencia árabe.
En ese fascinante viaje verbal entre varias culturas, Ruy Sánchez parecía a ratos Marco Polo o Cristóbal Colón o Álvar Núñez Cabeza de Vaca contando sus descubrimientos y naufragios. Entre ellos habló de nuestros textiles de Jalca y Tarabuco, del tejado de la iglesia de San Miguel, de Sucre, y de nuestros viejos tejados artesonados, para subrayar su posible identidad con los motivos del telar árabe.
La hipótesis de Ruy Sánchez es muy sugestiva: la clave de ese encuentro tecnológico estaría en los talleres de Al-Andalus, pues luego de ocho siglos de presencia árabe en España, la tecnología que nos trajeron los españoles tras la Conquista era de origen árabe, por su sencillez, su belleza y su adelanto. Los árabes fueron expulsados de España y la mayor parte se refugiaron en el norte de África.
No hay que pensar, recomienda Ruy Sánchez, que a la América llegaron árabes encriptados trayendo subprepticiamente sus técnicas y costumbres, porque éstas habrían llegado más bien como usos naturales de nuestros conquistadores y colonizadores españoles. Hasta aquí una relación pobre y sucinta de una conferencia grata al oído y rica en ideas nuevas; pero resta subrayar una de las intenciones centrales del conferencista: la de sugerir que es muy difícil hablar de identidades y de culturas originarias, porque uno es lo que hereda y también lo que escoge, y así él, como otros, se siente mexicano y árabe y europeo (por su larga estancia universitaria en París, con dos doctorados –Roland Barthes fue su director de tesis--, tres o cuatro con los de Margarita, su bella esposa y compañera). Así también podríamos indagar la influencia árabe en nuestras culturas tradicionales y llegar a conclusiones serenas y plausibles, como buenos hombres del Renacimiento.
Una grata sorpresa de la Feria Internacional del Libro, en La Paz, fue la posibilidad de escuchar y platicar con Alberto Ruy Sánchez, director general de la legendaria revista "Artes de México", novelista, ensayista, poeta, editor, Premio Internacional de Novela Alfaguara, Premio Xavier Villaurrutia, autor de decenas de libros, cien veces galardonado, pero, sobre todo, un auténtico hombre del Renacimiento en nuestros días.
Ruy Sánchez habló de la revista Artes de México, como una plaza pública, donde es posible pasear, conversar, tomar un café, hacer nada, en suma, que quizá sea la forma más humana de transcurrir por la vida moderna, tan llena de agitaciones y falsos afanes. Habló de su obra y de la secreta influencia que la anima: la repetición de mantras múltiplos de nueve. Habló sobre la influencia de la cultura árabe en la alfarería, la arquitectura y los textiles mexicanos, que fue un compendio de sugestiones valiosas para entender también los orígenes de nuestros textiles, nuestra alfarería y nuestra arquitectura.
Ruy Sánchez vivió en Marruecos y en Mogador; visitó el mercado de Tánger y dice que quedó pasmado de ver allí un auténtico mercado mexicano. La identidad estaba en la alfarería, que tenía una técnica y motivos similares a los de la conocida alfarería de Talavera de la Reina, de Puebla, México. En otros mercados árabes vio piezas parecidas a las de la alfarería de Tonalá, de Guadalajara, la capital tapatía, e incluso de lugares remotos del estado de Chihuahua. En esas ciudades árabes comprobó que los tejados artesonados y las grandes cubiertas de muchas iglesias mexicanas del Virreinato tienen la misma influencia árabe.
En ese fascinante viaje verbal entre varias culturas, Ruy Sánchez parecía a ratos Marco Polo o Cristóbal Colón o Álvar Núñez Cabeza de Vaca contando sus descubrimientos y naufragios. Entre ellos habló de nuestros textiles de Jalca y Tarabuco, del tejado de la iglesia de San Miguel, de Sucre, y de nuestros viejos tejados artesonados, para subrayar su posible identidad con los motivos del telar árabe.
La hipótesis de Ruy Sánchez es muy sugestiva: la clave de ese encuentro tecnológico estaría en los talleres de Al-Andalus, pues luego de ocho siglos de presencia árabe en España, la tecnología que nos trajeron los españoles tras la Conquista era de origen árabe, por su sencillez, su belleza y su adelanto. Los árabes fueron expulsados de España y la mayor parte se refugiaron en el norte de África.
No hay que pensar, recomienda Ruy Sánchez, que a la América llegaron árabes encriptados trayendo subprepticiamente sus técnicas y costumbres, porque éstas habrían llegado más bien como usos naturales de nuestros conquistadores y colonizadores españoles. Hasta aquí una relación pobre y sucinta de una conferencia grata al oído y rica en ideas nuevas; pero resta subrayar una de las intenciones centrales del conferencista: la de sugerir que es muy difícil hablar de identidades y de culturas originarias, porque uno es lo que hereda y también lo que escoge, y así él, como otros, se siente mexicano y árabe y europeo (por su larga estancia universitaria en París, con dos doctorados –Roland Barthes fue su director de tesis--, tres o cuatro con los de Margarita, su bella esposa y compañera). Así también podríamos indagar la influencia árabe en nuestras culturas tradicionales y llegar a conclusiones serenas y plausibles, como buenos hombres del Renacimiento.
1 comentario:
Hola Ojo:
Te vi en una mesa de los premios nacionales de novela y me sorprende que no vivas de la escritura. Tambien quería acercarme para darte la mano y decirte que las pocas razones por las que compraba el juguete rabioso era para leer "crítica de la sazón pura", pero de pronto he visto que eso sería un lamebolismo inutil; de cualquier forma te saludo y ojalá algún día puedas ir por mi blog a ver algunas cositas que escribo.
Elperrorabioso
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