miércoles, 23 de septiembre de 2009

El pueblo afroboliviano




Cierta vez aconsejé a un candidato que integrara en la plancha electoral a un ciudadano del pueblo afroboliviano. Insistí en que era una forma de reparar una injusticia histórica, pero no me hizo caso: algún gracioso soltó una broma fácil y ahí terminó el asunto. El diario La Prensa publicó este domingo un largo reportaje en el cual encontré una dirección que quisiera compartir con ustedes para que midan la magnitud del drama de nuestros yungueños negros cuyos abuelos llegaron de Angola y el Congo. La dirección es http://www.geocities.com/amacondejuan/INDEX_ESPANOL.HTML
Y su titular es Juan Angola Maconde, economista y cabeza de la Fundación FUNDAFRO.
La defensa que hace Juan Angola de la cultura afroboliviana choca con la estulticia de las autoridades. Juan se queja de que en el Censo 2001, cuando los censados podían declarar su pertenencia a algún pueblo originario, omitieron al pueblo afroboliviano; y que algún técnico de diseño curricular dijo que no existía la cultura afroboliviana, no obstante que la UNESCO ha dado una definición breve y precisa de cultura, que es la "manera de ser" de un pueblo. Ellos tienen su música, su memoria, incluso su rey, Julio I, descendiente de Bonifacio I, y el príncipe Rolando; y una especie de "creole" o dialecto derivado del castellano, que es tan eufónico como los versos de Nicolás Guillén.
He rescatado algunas frases que recopila Juan Angola y siento que no necesitan nada más para convertirse en un bello poema: "¿andi oté ta? / yo nuay/ ¿cómu ta lu juamía? / ta bien nomá / juelihmente ta sano / yo ta medio mal / tuditu lu mujé sabe bailá saya / dioselupai / eje perro ta ladrá / llove no má."
Cito un poema de Juan Angola, que tiene la gracia de los mejores versos de la saya. Se llama "LU SIMIYA" (La Semilla) y dice: "Simiya qui otene sembra / crece albu cun buen sombra. /
Si oté mira lus rama, / lu hoja, tiene jay juama. /
In lu tronco coloi cobre / bamu seya nuestru nombre."
La irrupción de la saya afroboliviana a las grandes festividades como el Gran Poder, el Carnaval de Oruro o el Corso de Corsos ha ventilado el folklore boliviano trayendo aires nuevos de una cultura que es tan boliviana como la aymara, la quechua o la guaraní. La fusión de ritmos entre los tambores que resuenan y las coplas cadenciosas que cantan las bailarinas es tan eficaz y atractiva como el candombe, la rumba o el merengue. Las abuelas se vestían como cholitas paceñas, aun sin tener el negro y espeso cabello aymara para peinar trenzas; pero las yungueñas de hoy han rescatado la herencia de sus mayores africanos con decenas de trenzas menudas que son únicas en Bolivia.
Me duele pensar que hasta hoy y en medio de tanta alharaca multicultural no hay un diputado, un senador, un ministro, un prefecto afroboliviano. Razón demás para pensar que el día en que eso ocurra, beberé un delicioso yungueño a la salud de este noble pueblo refugiado en la ladera este de los Andes para huir de la persecución de los esclavistas. Este pueblo con un pasado tan largo y tan triste, que no ha logrado, sin embargo, disipar la proverbial alegría de nuestros negritos. Serán pobres pero plata y miedo nunca van a tener. Como dice Juan Angola: "Cho, nuasti conjía in plata, / plata es jay cumu nubi / cuandu intolda pa yuvé."

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