miércoles, 23 de septiembre de 2009

En memoria de Felipe Arévalo

En memoria de Felipe Arévalo

Cuando llegó Sucre con el Ejército Libertador a principios de 1825, trajo una imprenta y un impresor: Felipe Arévalo. La máquina era precaria y los tipos muy gastados, pero Arévalo se dio modos para imprimir el periódico "El Cóndor de Bolivia", que apoyó la gestión de gobierno de Sucre con Facundo Infante, como redactor principal y con Tomás Frías, el futuro Presidente, como el primer periodista republicano del país. A Frías se debe haber rescatado una colección completa de esta publicación valiosa que le envió de París a Gabriel René Moreno, residente en Santiago de Chile, y éste la remitió a Bolivia, donde actualmente se conserva en el Archivo Nacional. Una copia facsimilar ha sido editada por la Fundación del Banco Central.
¿Quién era Felipe Arévalo? No lo sabemos. Era colombiano, como se decía genéricamente a los habitantes de la Gran Colombia. Probablemente era venezolano de nacimiento, cosa que nos pondremos a averiguar. Pero lo que nos inquieta es que no haya, pero en ningún rincón de la República, ni siquiera un callejón meado con el nombre de Arévalo. Nadie se ha preocupado por preservar su memoria.
Otro dato muy interesante dice que la primera imprenta llegó a Santo Domingo en 1600; la segunda, a Cuba en 1607; y la tercera, a Bolivia en 1610, antes que a los Estados Unidos, en 1639 o a Paraguay, en 1703 o a Colombia, en 1738. ¿Quién trajo esa imprenta temprana a Bolivia? Sospecho que fueron los jesuitas, para uso del trabajo misional que emprendieron en Santa Cruz así como los territorios actuales de Paraguay, Uruguay y el norte de la Argentina.
La imprenta fue inventada por Gutenberg en Maguncia, Alemania, en 1450. Destruida Maguncia durante una guerra, se expandió por Europa, y los impresores más importantes fueron alemanes e italianos. El rey español Felipe IV fue un gilipollas enemigo de la imprenta, que proscribió y censuró y gravó hasta lo imposible esa técnica naciente porque difundía un rebelde más peligroso que el hereje más relapso y contumaz: el libro. Pero Carlos III amaba la imprenta y propició su difusión. De este modo, Antonio de Mendoza, primer Virrey de México, trajo a la América a Juan Pablos, el primer impresor, natural de Brescia, Italia, y probablemente tatarabuelo de nuestro querido amigo Manolo Molina Pablos.
Juan Pablos llegó en 1538; diez años después, Antonio Ricardo trajo la imprenta a Lima, donde editó el primer libro peruano en castellano, quechua y aymara. De allí probablemente llevaron los jesuitas la primera imprenta que pisó el futuro territorio boliviano, porque a Buenos Aires la trajo el Virrey Vértiz, y la instaló en la Casa de Expósitos en 1780, aunque en Córdoba ya había imprenta en 1703, ¡un siglo después que en Bolivia!
La historia de la imprenta es fascinante y la vamos a resumir en futuras entregas. Baste por hoy decir que los libros más valiosos se llaman "incunables"; son aquéllos que se imprimieron hasta el año 1500 en Europa y hasta 1550 en América. En el Archivo Franciscano de Tarija hay valiosos incunables americanos.

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