En lo más íntimo de un artista suele haber un obsesivo. Esa vocación le permite abstraer de la realidad algunos elementos que alimentan su obsesión. A veces son fobias, a veces personas, animales o cosas que fascinan, es decir, que atraen y repulsan al mismo tiempo. Ejemplos hay miles, y probablemente no hay mortal que no tenga obsesiones. Lo que distingue al artista del resto de los mortales es que el artista hace públicas sus obsesiones.
Es muy importante hacer un registro de nuestras obsesiones y manías, de nuestros tics, de nuestro comportamiento a solas. Hay cosits que ni nuestras parejas conocen y que las reservamos en esa zona de soberanía que la queremos inviolable. ¿Qué hacemos en el baño, a solas, en la tina, en la ducha, frente al espejo? ¿Qué hacemos simplemente a solas? Eso lo sabe cada uno y usualmente se avergüenza de que alguien lo pille in fraganti.
Lo bueno es que al escribir uno puede registrar sus obsesiones de un modo anónimo, atribuyéndolas a un personaje ficticio. Así vemos en el Informe sobre Ciegos, (“vemos”, qué verbo más impropio), de Ernesto Sabato, que construye una teoría tenebrosa sobre los ciegos, basada en un silogismo demasiado simple: al Demonio le dicen el Príncipe de las Tinieblas; los ciegos viven en tinieblas; ergo, los ciegos son agentes del Demonio.
Alguna vez hicimos un documental sobre un tema: las nucas. Hay nucas tristes, nucas soberbias, nucas sensuales, nucas chistosas, nucas. En la película Metrópoli, de Fritz Lang, se ven unas nucas agobiadas, cansadas, tristes en los cientos de obreros que ingresan al trabajo.
Una amiga hizo un documental en México mostrando vientres, vientres, vientres. Y bocas que devoran, devoran, devoran. Le salió muy bueno.
Un tema sensual sobre el cual alguna vez escribí una columna son los tacos femeninos. Cómo realzan el pie, cómo lo convierten en un objeto del deseo. No hay comparación posible con el zapato llano. Sobre todo las sandalias con taco, que desnudan más que cubren un pie femenino, son en conjunto bellísimas esculturas.
Recuerden la película de Subiela: El otro lado del corazón, y la manía del protagonista, basada en un verso de Oliverio Girondo. Es una obsesión bien aprovechada.
Entre mis papeles encontré una crónica de algo peor: las ratas. Resulta que en una de mis múltiples mudanzas, recalé en una casa antigua que estaba llena de ratas (que ya adivinaban la caída de la Casa Usher, porque luego fue derruida). En esa casa, yo era huésped de mi amigo Joel, a quien me lo imaginaba como Noé en el arca (yo durmiendo en el vientre del arca, rodeado de ratas). Este texto pueden verlo en documento adjunto.
Otro tema, entre miles, son las bicicletas. He escrito muchos artículos sobre mis peripecias con la bicicleta.
La lección final es que apenas uno se obsesiona por alguna persona, animal o cosa, y la abstrae del conjunto de la realidad, ese objeto se vuelve “físicamente metafísico”, cobra vida propia, baila sobre una pata y nos sugiere mil locuras, todas aprovechables para un buen texto poético o narrativo.
miércoles, 23 de septiembre de 2009
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