Un fantasma asola el planeta: es la buena figura. Sus víctimas principales son las mujeres de toda edad, pero particularmente las adolescentes y jóvenes. La buena figura depende de una compulsión auxiliar: la alimentación light; y de una valoración caprichosa: la de creer que la autoestima radica en la buena figura. No importan otros atributos como la simpatía, el buen decir, la inteligencia, la imaginación, el talento artístico, pues no hay posibilidad de destacarse sin el requisito primordial: la buena figura.
La buena figura es un dios que habita, como el demonio, en todas partes y en ninguna. Vivimos rodeados de gente que no tiene buena figura, pero los medios proyectan la vera imagen de la divinidad de la buena figura. Uno sigue el destino rutilante de una estrella de cine y quiere ser como ella, pero en lugar de estudiar su forma de actuar, su talento dramático, su capacidad escénica, el primer dato que se nos da es la buena figura. Sean hombres o mujeres, el primer atributo que apreciamos de ellos es su buena figura.
Las mujeres son las principales víctimas porque la sociedad masculina ha elevado sus requisitos eróticos: una mujer no es bella "si no se cuida", es decir, si no cuida la silueta, si no se depila, si no usa cremas, cosméticos y ropa a la moda. Lo curioso es que las mujeres no reaccionan frente a estas exigencias que forman parte de la sexualidad masculina, de ningún modo femenina; y no se quiere hablar de este tema sexual porque si se habla de sexualidad se ejerce un juicio crítico sobre el poder imperante. Vivimos rodeados de fundamentalismos, no sólo los religiosos o políticos, sino el fundamentalismo machista cuyo reflejo es el fundamentalismo del mercado.
El mercado te señala a gritos qué alimentos, qué productos autoriza la divinidad de la buena figura, y cuáles se debe evitar porque en la actualidad han ocupado el lugar del pecado. Uno puede pecar libremente contra los diez mandamientos y no recibe sanción; pero pecar contra la buena figura se castiga con la proscripción, con la marginación, con el reproche social, con la ansiedad que produce no agradar a los demás. El mundo está lleno de amigos y amigas-balanza: son aquéllos y aquéllas que viven pendientes de cuán gordo o gorda estás, aquéllos que se han arrogado el derecho de fiscalizar continuamente tu figura, aquéllos que las transnacionales reclutan para proclamar a todos los vientos la buena nueva: que ha retornado a la Tierra una divinidad que se llama Nuestra Señora de la Buena Figura. Esto se nos preocupa no solamente con productos adelgazantes, sino con juguetes. Las muñecas de hoy no son regordetas como los bebés sino extremadamente finas, anoréxicas, a imagen y semejanza de Nuestra Señora. Sin embargo, es curioso que esta presión casi no se siente entre los niños pobres, que comen lo que tienen a mano, sino entre los niños y niñas ricos. Es esa infancia híper realizada, cuya agenda ha sido hecha por sus padres e incluye alimentos light, gimnasia, modelaje y ropa y cosméticos a la moda, para criar así adultos buenos y esbeltos. Sólo así se supone que más tarde conseguirán buenas oportunidades.
miércoles, 23 de septiembre de 2009
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