jueves, 24 de septiembre de 2009

De piedra ha de ser la cama

Después de la ropa, no hay extensión más próxima a nuestra intimidad que la cama, el sitio donde escribimos nuestra biografía secreta, las tablas donde ponemos en escena nuestras obsesiones, manías y tics inconfesables. Mi carnal Alfredo diría: Dime en qué duermes y te diré quién eres: la cama es también el reportaje más elocuente sobre la vida que llevamos aquí y ahora; ella denuncia sin palabras tu soledad o tu pasión compartida, tu alegría de vivir o tu tristeza de derrumbarte cada noche para recuperar el resuello. Es quizá el elemento más comprometedor de la escena del crimen, y sin embargo no he visto hasta hoy a ningún detective de celuloide que comience su inspección por el lecho de la víctima, registrando pistas como la calidad (o ausencia) de las sábanas, la cantidad (o ausencia) de almohadas, el color (o ausencia) de los edredones, la calidad de la luz que ilumina el dormitorio, las huellas ocultas de la intimidad, el contenido del cajón de la mesa de noche y, algo muy importante, los olores. Con razón mi buena amiga Sara María definía el matrimonio como el intercambio diurno y nocturno de malos humores.
Un recuento de los lechos que hemos usado o compartido durante nuestra existencia es un recurso mnemotécnico infalible que nos permite escribir nuestras memorias sin pena ni olvido. No en vano cuando llegamos de visita a la casa materna buscamos cómo hurtarnos del almuerzo familiar para descabezar una siesta en nuestra cama de soltero. ¡Ah, cómo se amolda a nuestro cuerpo sutil, aquél que no ha envejecido ni cambiado desde que éramos adolescentes! Cerramos los ojos y, en casos de nostalgia crónica, podemos revivir la canción que nos cantaba la abuela, el cuento que inventaba el abuelo, el beso de la mami cuando regresaba de la primera misa con las mejillas deliciosamente frescas.
Nada hay más ominoso que continuar usando, y solo, la cama que fue nuestro tálamo nupcial. En lugar de repantigarnos en toda la latitud del colchón, persistimos en nuestra zona de soberanía, hundimos la cama en aquél que fue nuestro lugar y, lo peor, sentimos una estepa helada y vacía allí donde antes había un cuerpo tibio, un ser que amábamos, que quizá seguimos amando.
A veces uno se encarniza consigo mismo y se empecina en conservar esos dolorosos recuerdos; pero entonces suele presentarse el viejo y sabio Diógenes, el que vivió solo en una tinaja, para aconsejarnos que regalemos esos recuerdos, comenzando por esa cama que se ha convertido en una mesa de disección o en un potro de los tormentos, y la sustituyamos por un catre franciscano con un colchón delgado que mortifique nuestro cuerpo para hacernos más liviana el alma. Ponemos entonces el tango Quemá esas cartas, desechamos para siempre esas fotografías, esas flores secas, esas tarjetas amarillentas, esos telegramas con versos de amor que alguna vez mandamos para imitar una gracia de Neruda o de Héctor Cossío Salinas. Y entonces nos sirve de consuelo comprobar que ahora, por fin, vivimos en una habitación que parece dibujo de niño: cama, silla, mesa, ropero, ningún otro detalle.
Uno debería cambiar la cama de acuerdo a su estado de ánimo. Mi padre solía decir que la mejor almohada es el sueño, como el grande y olvidado Cuco Sánchez cantaba De piedra ha de ser la cama / de piedra la cabecera… Contemplo este colchón sobreviviente de tantas batallas conyugales y encuentro el motivo de mis insomnios: tantos fantasmas y humores felices se marchitan en su vientre que por fuerza no puedo conciliar el sueño, y entonces me levanto y escribo.
. Por eso, quizá, al salir de viaje, pocas cosas extraña alguien como su cama. Hay siempre algo de tristeza al dejarla para levantarse, melancolía por ser expulsado de las sábanas tibias y el abandono del sueño. Recuerda que a sus hermanos y a ella, de pequeños, los padres les prometían, no sin cierta crueldad, llevarlos al "cine de las sábanas blancas" para que se fueran a acostar.

1 comentario:

Unknown dijo...

Y ya que hablamos de plagio y camas de piedra

http://www.youtube.com/watch?v=WsL9Bc3VCnY